Translate

domingo, 27 de marzo de 2016

EL ÚLTIMO GRITO

“¡¡¡Por la gran puta!!!” Fue el grito desgarrador que se escuchó en las afueras del sport-bar ubicado en el lobby del hotel El Dorado, sobre la séptima avenida de la zona nueve de la ciudad capital. Eran cerca de las dos de la mañana y solamente Pedro y Memo se encontraban en el interior, finalizando de beber el último de los seis picheles que se habían tomado.

“De plano atropellaron a un bolo como vos...” –le dijo Memo a Pedro. Mientras ambos se carcajeaban por la ocurrencia. Finalmente decidieron pagar y retirarse. Les costaba pararse ya que luego de la cantidad de cervezas que se habían metido en el organismo, ya andaban algo “asurumbados”. Y así tomaron rumbo hacia el parqueo para cada quien irse a su casa, era día jueves y al día siguiente tenían que ir a trabajar y por supuesto levantarse temprano. Ambos eran compañeros de trabajo y en lo que iban caminando hacia el carro, tratando de no perder de vista la línea recta, ya que por el efecto del alcohol empezaba a recorrer el trayecto en zigzag; Pedro le dice a Memo: “vos cerote, mañana hay que ir a quitarse la cruda allá donde las patojas que abren a las diez de la mañana”.

Ya, asomándose al parqueo, vieron justo a su mano izquierda, en medio de la oscuridad, a un grupo de unas seis personas, las cuales por la falta de iluminación no se les distinguía muy bien y solo se apreciaban sus siluetas oscuras, que rodeaban a un cuerpo tendido sobre el pavimento quien al parecer había sido atropellado, asaltado o baleado. Ya en la ciudad se esperaba cualquier tipo de muerte, el gobierno era tan ineficiente que el tema de seguridad se le había salido de las manos y ya el ciudadano salía de su casa esperando poder regresar al final del día. Aunque este par de aventureros se la jugaban y andaban trasnochando y bien servidos con la bebida. La cosa es que decidieron acercarse para ver en qué podían ayudar, al ir acercándose escuchaban los murmullos de los curiosos que a lo lejos se podía entender: “pobrecito”, “ya no podemos hacer nada”, “hay que tratar”, “otro que se lo echan por lo mismo”.... Y así fue lo poco que se escuchó. Una jovencita de unos veinte años lloraba amargamente, estuvo unos minutos y se fue.

Cuando Memo y Pedo iban a preguntar a los extraños, de repente aparece un conjunto de luces rojas y verdes, una sirena escandalosa y el rechinado de llantas deslizándose sobre el pavimento. Confusión... “Que desmadre” dijo Memo.

Aparecía la ambulancia, frenaron a la par del cuerpo tendido, se bajaron tres tipos de uniforme azul y su casco rojo, con camilla en mano. “Permiso... Permiso.., ¿qué pasó?” – preguntó el bombero.

Pedro volteó a ver al grupo que estaba antes que ellos para que dieran su versión, pero la sorpresa fue que al dirigirse al grupo... Ellos ya se habían ido. “Que ahuevados... Se fueron los muy jodidos y nos dejaron bien sembrados”.

Pedro y Memo les contaron todo lo poco que ellos vivieron durante esos momentos que los bomberos se rieron y les dijeron: “mejor vayan a dormir y a quitarse la bolencia, y mejor si ya no se asoman por estos rumbos a echarse los tragos o así van a parar”.

Pedro y Memo no habían entendido con toda claridad el mensaje del bombero, únicamente que tenían que ir a quitarse esa borrachera y descansar. “Mejor hubiéramos ido a echarnos las chelas allá al portalito, allá más tranquilo” decía Pedro.

Pero resulta que esta vez, Memo había sido ascendido y ya habían escuchado hablar de este nuevo bar, que decidieron celebrar el aumento en dicho lugar, pero luego de lo vivido, extrañaban su punto de encuentro regular en el centro histórico de la ciudad.

Igual, al fin de mes siguiente cuando Memo recibió el salario y por medio de mensaje de texto recibió la notificación, fue a buscar a Pedro y le dice: “Ya cayó la mosca... Por fin cayó Mercedes...” Lo cual significaba que ya le habían depositado el salario. Por lo tanto, se iban a ir de farra.

Decidieron regresar al nuevo antro, ahí en la zona 9... Llegaron y pidieron un par de picheles, unas alitas con barbacoa y un plato de papas fritas. Pasaron las horas y lograron escuchar un grito de sufrimiento en las afueras... “¡Noooooooo!”... Y luego silencio.

"Mi huevo” dijo Memo... “Esto no es normal”

Decidieron preguntarle al mesero, quien atentamente escuchaba y los miraba como un padre escucha a su hijo contándole de que un perro corría a un gato. El mesero sin ser descortés solamente les dice: “acá pasan muchas cosas, raras eso sí... Pero mejor no salgan.. Muchas veces las sombras que están allá afuera no son buenas y andan tras los imprudentes, mejor quédense acá adentro”.

"Otro bolo" dijo Pedro, carcajeándose....

Pasó la velada y se fueron, luego de ese encuentro con el mesero; durante la hora de almuerzo, le comentaban a sus compañeros respecto s lo que habían vivido. Uno de ellos, se quedo serio y pálido y les decía que tenían suerte, ya que ahí un familiar había sido llevado por las sombras del más allá. Que todas las noches de viernes y sábado, siempre moría alguien en ese sector a manos de las sombras.

Memo y Pedro reían y bromeaban: “las sombras del guaro y de la goma te mataraaaan...” – se carcajeaban.

Pasaron unos meses más y llegó el ansiado día del pago del bono catorce... “Sale fiesta luego de la oficina..!!!!” – dijo Memo.

Pedro ni dos veces asintió y dijo: “a las cinco en punto nos vamos”

Dicho y hecho, al final de la tarde, ya estaban de nueva cuenta en el bar, empezaron justo antes de las seis de la tarde. Ya a las ocho de la noche, Memo andaba sobre girado de tanta cerveza que se había metido, no lograba articular palabras y solo Pedro le entendía,... Según él.

En una de esas, Memo le expresó que no aguantaba ir al baño, el estomago,lo sentía revuelto y bueno, sentía que todo lo,que tenía en el estomago se le devolvía. A cómo pudo llegó al baño, estuvo desahogándose cerca de cinco minutos.

Al salir, ya más tranquilo y mejorado, vio que una jovencita de unos diecinueve años cruzaba la calle, era la misma que estaba llorando la primera noche que él estuvo por ahí, el día de la persona que gritó desgarradoramente y que al salir del bar, estaba muerta al final de la calle. Era la señorita que lloraba y que de repente se retiró del lugar.

“Mi huevo, esta tiene que decirme que pasó y ahora me la conecto”- dijo Memo. Así que salió tras ella. Trataba de alcanzarla, sin tener éxito, pero unas luces lo encandilaron, abrió los ojos hasta más no poder, sabiendo que no podía hacer nada, logro ver a la chica a un lado de la calle, mirándolo y riéndose de él; Memo alcanzó a gritar... “Mierdaaaaa!!”. Todo se volvió negro.

Pedro escuchó un grito desgarrador al nada más ver salir corriendo a Memo del bar. No le quedó otra más que salir.

Para su sorpresa encontró al mismo grupo de personas que casi no distinguía, rodeando un cuerpo y dentro del grupo a una jovencita que no dejaba de llorar. Apareció la ambulancia y bajaron los bomberos. En la incertidumbre que adornaba el lugar, trato de preguntar a la chica, la cual se alejaba de poco en poco; Pedro insistía,, pero la chica lo evadía a cada momento... Mientras lloraba al ver el cuerpo, miraba a Pedro y y reía con una mueca burlona... Era jovencita de unos diecinueve años, con un traje blanco pegado que destacaba su bien definido cuerpo, ojos azules, piel rosada; prácticamente un imán para cualquier hombre enamoradizo.

Pedro se desconcentró unos momentos al ver venir a las ambulancias y a la fila de bomberos con camilla en mano para ver si podían hacer algo por el fallecido, el cual estaba tendido en el pavimento, con una cara de que su último momento fue de terror y miedo. Pedro al regresar la vista a los curiosos... Ninguno estaba, ni la jovencita.

Al ser el único testigo, ya que nadie estaba en la escena del crimen; tuvo que contarles lo poco que había visto, de la salida de Memo buscando a la dama, la gente que rodeaba el cuerpo, el grito desgarrador y todo eso. Pero que le sorprendía que al momento en que ellos llegaban, todo mundo se iba inmediatamente.

Los bomberos se miraron entre sí, con cara seria y le dijeron a Pedro: “sabemos que usted no tiene nada que ver en esto, mejor váyase o por el estoque a guaro que tiene, lo más seguro es que se lo lleve al policía”. Pedro insistió: “¿Pero que pasa?, ¡díganme!”
El bombero insistió: “mejor váyase y no venga por acá, hay una leyenda rara de una jovencita que atrae a los hombres y al llegar a la esquina se los lleva al más allá”

Pedro dentro de su bolencia. Dijo: “bomberos más pajeros, ni que yo me estuviera inventando las babosadas”. Así que se retiró, tuvo que pasar el amargo momento de informar a familiares y amigos respecto al incidente.

Pasaron los días, Pedro estaba deprimidos por la pérdida de su amigo y meditando sobre las palabras de los bomberos; así que le dijo a un compañero de oficina: “vamos a echarnos un par de tragos por los nueve días del Memo, pero eso sí. Estando en el bar, si ya me miras bolo, me sacas; y si me opongo entonces llamas a al policía, pero no me dejes hacer muladas”

El compañero, medio dudando, le dijo que estaba de acuerdo y que así lo haría.

Al final del día salieron de la la oficina y se dirigieron al bar, ambos estaban sentados en la barra tomándose las respectivas cervezas cuando al pedir que les volvieran a llenar los tarros, la mesera les dice que si iban a querer algo más, ya que ella se tenía que retirar.

Pedro quedo sin aliento al ver que era la jovencita que había visto el día de la muerte de Memo. Aún pudo platicarle si podía hablar con ella antes de que se retirara y ella le dijo que si.

Pedro le dijo a su compañero de oficina: “¿viste que bonita esa chava?”. Y el compañero le dijo que “cuál chava? Que solo había visto al administrador del bar que andaba atendiendo a otros clientes”

En esa discusión estaban, cuando Pedro vió que la jovencita salía del bar vestida con su vestido blanco pegado, lo voltea a ver y se ríe picarezcamente y cierra la puerta y se va.

Pedro le dice a su compañero: “hoy arreglo el misterio de la muerte de Memo”. Y esto se debí a que ni la familia ni en el trabajo, le habían creído la historia que Pedro les contó. Es más, le increpaban a Pedro ya que él no había hecho nada por la vida de Memo, en fin, Pedro fue a solventar el misterio.

Pedro sale tras la chica, logró darle alcance y la toma del hombro para llamar la atención de la jovencita. En eso ella se da vuelta y todo fue confusión, su cara era pálida, sus ojos grises, con un vestido negro como la noche, y una vela en la mano...

Pedro quedo petrificado, al querer salir corriendo sintió pesadez en sus piernas y vió que un grupo de sombras se dirigían hacia él, riéndose y burlándose. Se le erizo toda la piel, no podía gritar, no articulaba ninguna palabra, no había nadie cerca; regresó a donde estaba la jovencita y debajo de su manto negro solo se podía apreciar a un esqueleto tomando una vela blanca en la mano. Pedro quiso gritar, o gritó pero su alma había sido tomada.