Viajar a las playas del país, un calvario en el trayecto (carreteras no tan en óptimas condiciones, trafico, transporte pesado y camioneteros trastornados que la mayoría de veces van atentando contra la vida de sus pasajeros y de los vehículos que circulan cerca de ellos); pero se siente una paz y cuando ya se llega al destino y entrar en contacto con la naturaleza; sol, arena y el majestuoso océano; queriendo la persona querer pasar toda su vida en esa tranquilidad, pero luego se recuerda uno que para darse esos gustos hay que trabajar y entonces ahí se le pasan esos deseos a uno.
Y así estaba Denis, tirado en la playa, mirando el
atardecer, con una su cerveza en la mano y otras cinco en una hielera para
mantenerlas frías. Pero muy bonito el sol reflejado en el océano, rodeado de
unas nubes naranjas que hacían un espectáculo para realizar una sesión de
fotografías; pero unos visitantes inesperados empezaron a quitarle la paz.
“Zancudos pizados…!!” -Exclamó el joven. Se puso de pie, tomó su hielera con
una mano y en la otra con su cerveza recién abierta y dispuso a retirarse.
Ingresó al complejo de casas en donde había encontrado una
buena propuesta en esas páginas electrónicas del “er-bi-an-bi” y tenía que
pasar una garita (en donde ya lo conocían los de seguridad); avanzar sobre la
calzada, pasar un pequeño puente y luego llegar a las casas.
Y así Denis, ya iba caminando y destapando otra su cervecita
para el trayecto; y justo pasando el pequeño puente, en el riachuelo que pasaba
por debajo pudo apreciar a una niña jugando en la orilla. “Habiendo piscina en
cada casa y los tatas la tienen jugando en el río, que peligroso.”
Al llegar a la casita arrendada, salió al jardín para
recostarse en la hamaca y descansar. Coincidentemente; el terreno de esa casa
daba al río que acababa de pasar. Y estando en la hamaca, el chapoteo del agua
y las risas de la niña. Denis se puso de pie y se dirigió hasta el final del
jardín y ahí estaba un pequeño acceso para bajar al río y ahí la vio de nuevo.
La niña, sin traje de baño, pero con un brillante vestido blanco correteaba por
la orilla, disfrutando de su juego. Denis le preguntó por sus padres. Pero una
voz le interrumpió a sus espaldas; “Señor, ¿Está usted bien?”.
Denis le explicó que había arrendado la casa por el fin de
semana, pero que la niña le había llamado la atención ya que estaba sola y los
padres irresponsables no aparecían. El señor se presentó como un vecino, y le
empezó a contar que hace muchos años, una familia que vivía en una de esas
casas había salido a jugar al río y precisamente ese día hubo una crecida que
se llevó al padre y a la hija, desapareciendo en la correntada. Dicen esa niña
era un fantasma, que tenía aún ganas de vivir y por eso aparecía en el lugar
donde había fallecido. Y que ahora se aparecía para ganarse a alguien para que
pudiera seguir jugando con ella en lugar de su papá.
Denis, incrédulo; miraba al señor, que le hacía gesto como
quien dice: “si quiere créame, si no pues es asunto suyo.” Se despidieron y el
señor le encargó ya no hacerle caso a la niña si la volvía a ver, porque se lo
iba a ganar.
Denis se fue a dormir. Y en la madrugada las risas eran
dentro de la casa, se escuchaba el correteo en el corredor principal, pero no
había nadie.
Denis decidió ir a buscar a los señores de la vigilancia. Al
salir de la casa, encontró al señor que le había hablado a medio día. Denis le
contó los últimos acontecimientos. El señor le pidió que se tranquilizara, pero
Denis insistió en llevarlo a buscar a los agentes de la seguridad del
residencial.
Se fueron corriendo los dos hacia la garita principal. Denis
le explicó todo a los agentes. Los agentes decidieron acompañarle hasta la casa
en donde se hospedaba.
Ingresaron y le mostraron una fotografía de la niña que uno
de los agentes tenía en su teléfono móvil. Denis asintió que la reconocía, que
era ella.
Los guardias le contaron lo de la tragedia familiar; y le
volvieron a enseñar otra fotografía con su padre, con quien desaparecieron el
mismo día. Y era él, la otra persona que había estado conversando con él cuando
vio a la niña por primera vez.
Los guardias le explicaron que ambos habían fallecido y que
no era primera vez que alguien los miraba, principalmente a los que se quedaban
en esa casa; ya que ellos habían sido los dueños originales de esa propiedad.