LOS APARTAMENTOS
La pareja tenía que sellar su
compromiso con la compra de un terreno o un apartamento. Casas ya no había
disponibles y las pocas que se encontraban, estaban para pagar un alquiler muy
alto. Era mejor comprar un terreno y construir o bien comprar un apartamento en
un edificio, con aquello de los frecuentes temblores y que la estructura
cumpliera con las normas de construcción. Luego de varias visitas a conocer los
proyectos, se habían tomado días en revisarlas y tomar la decisión. La
propuesta que les interesaba era con una asesora independiente, que se dedicaba
a conseguir lugares apropiados para morar.
Doña Nuria al fin recibió la
llamada para concertar la cita por la tarde y cerrar el trato. Ella feliz,
claro; la comisión muy buena y la pareja de Liza y JuanCa le había caído de
maravilla. Cerrarían buen negocio.
Quedaron de reunirse en uno de
los apartamentos. Liza ya había llegado, radiante y feliz. Sus ojos color miel
brillaban ante los rayos de sol que adornaban el atardecer, sonreía y
disfrutaba del momento. Doña Nuria, ansiosa y mirando el reloj para al fin
cerrar el negocio. JuanCa que llego con ligera demora, se disculpó con doña
Nuria; ella quedó más tranquila y le invitó a JuanCa a sentarse. Lo miraba algo
raro; la mirada perdida, con ojeras bien marcadas y una sonrisa que ni por más
que la hiciera forzada no le salía. Liza le sonreía y le acariciaba el cabello
con la mano derecha y ella se recostaba sobre su hombro.
Doña Nuria, apreciaba el
escenario y le ofreció un vaso con agua. JuanCa asintió.
Doña Nuria, mientras sacaba los
papeles, empezaba a recordar la última reunión en que durante un momento no
paraban de reír por una anécdota que Liza recordaba y que se burlaba de JuanCa,
quien se ruborizó de la broma.
JuanCa la escuchaba, con esa
mirada de desconexión con al realidad, ojos vidriosos y ojeras que parecía que
no había dormido en noches. Liza sonriente y sin decir palabras, seguía
acariciando su cabello con su mano izquierda sobre su hombreo.
Doña Nuria, terminó la
conversación destacando la alegría, mirada y risa de Lisa. Y JuanCa le pidió
que le enseñara los papeles de los terrenos que ella también le había
presentado; que eran los terrenos en el cementerio. Que, en efecto, Liza no le
pudo acompañar a la cita, porque había fallecido la noche anterior y quería
darle una sepultura digna, ya que ella se había ido para no volver.
Liza sonrió y se fue
desvaneciendo su espíritu cuando los rayos del sol terminaron de ocultarse en
esa tarde del adiós para siempre.
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