Once de la noche del 24 de diciembre, el olor a
pólvora de los pirotécnicos invade las calles, vehículos escapando de las
chispas de los volcancitos, familias visitando a sus seres queridos.
En un zaguán de una casa, los niños recolectan
y “unen fuerzas” al llevar su colaboración de cuetes, volcancitos, abejitas,
misiles, tronadores, entre otros; para
poder quemar hasta llegar la media noche y así detonar la ametralladora que
compraron sus padres.
En la sala la visita tomándose un traguito de
aquellos que calientan el pecho o un ponche de frutas debidamente elaborado con
su toque de canela y clavo, acompañado del respectivo tamalito. Regalos y
abrazos, muestras de afecto.
En las calles, carros esquivando la “guerra” de
pirotécnicos que uno que otro irresponsable arma, pero que se la disfrutan sin
importarles quemaduras o daños a la propiedad ajena.
Otros tantos por ahí, que empezaron a celebrar
desde medio día y aún siguen sin con la mano firme para beber, aunque el cuerpo
esté a punto de caer de tanto “guaro” que se han metido.
Niños de la calle, que son mudos, simples y
para muchos invisibles espectadores que esperarían estar en una sala tomando un
ponche, comiendo tamal y recibir un regalo; aunque con solo estar con un hogar
o recibir un cálido abrazo sería suficiente.
Enfermos en los hospitales, en algunos casos,
olvidados, a merced de un milagro y ser sanados; otros que sin tener esa
fortuna ya se encuentran en preparativos para trasladarlos a salas de velación
mientras que sus familiares le lloran y lamentan la pérdida.
Contrastes típicos en unas fiestas en donde
tenemos que dar gracias a nuestro creador por lo que tenemos, disfrutar cada
momento con nuestros seres queridos meditar por lo que hemos sido como personas
y como humanos y proponernos ser más considerados con el prójimo, ayudarle y
apoyarle.
No esperar para que lleguen estas fechas y
“tratar” de ser buenas personas; tenemos por OBLIGACIÓN que ser excelentes
personas y buenos ciudadanos. Todos tenemos mucho por dar, por compartir y por
transmitir ese espíritu de optimismo en estos tiempos en donde la incertidumbre
trata de ganarnos la jugada.
Twitter @rhcastaneda
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