Edwin y Carlos ya no sabían cómo agradar a su nuevo jefe de la redacción de la revista de investigaciones insólitas. Y peor aún en esa mañana les asignó el ir a realizar un reporte a una casa en donde dicen que espantan a los que la llegan a habitar. Ellos ya habían realizado reportes en hospitales, hoteles y hasta cementerios y no habían visto nada de nada. Ahora ir a una casa, pues otra experiencia más en donde seguramente no iban a encontrar nada.
Prepararon sus cosas y salieron de la oficina,
no sin antes llegar a la oficina del jefe para reportarse que iban a realizar
la investigación que les había asignado. El jefe con una sonrisa fingida les
deseó buena suerte y magnífica experiencia.
Salieron de las instalaciones y no podían dejar
de su protocolo previo al inicio de cada reportaje; pasar comiendo un pan con
chile relleno y una taza de café a la caseta de doña Lupita (DL). Y aprovechar
a echarse la plática respectiva mientras consumían los alimentos. “¿Y hoy a que espanto van a tratar de
encontrar?”- pregunta DL mientras les preparaba el pan francés, al cual le
ponía una hoja de lechuga fresca, le colocaba encima el chile relleno, y luego le
dejaba caer una cucharada de salsa natural, mayonesa y salsa picante; para finalizar
la tarea tapándolo con la otra rebanada de pan y envolverlo en una servilleta para
entregarlo al comensal.
“Pues, vamos a una casa que nos mandó el nuevo
jefe. Dice que espantan, pero vamos a ver que tal.” – Respondió Carlos
DL: -“Y
¿Dónde queda esa casa pues.”
Carlos: -“Allá por la calle de los árboles
saliendo de la ciudad para occidente”.
DL: - “¿mmmm, es en dónde dicen que las
familias que llegan a vivir no duran el mes de estar ahí y se van?”
Edwin: -“Pues a saber usted, mi jefe dice que
espantan. Pero ya ni creo en esas cosas, recuerde que le hemos contado que hasta
hemos ido a dormir a los cementerios y solo nos han aparecido resfríos y gripes
por estar ahí zampados hasta que amanezca.”
DL: -“Vayan pues y siempre atentos y con
cuidado.”
Terminaron de comer, se despidieron y salieron rumbo a la casa referida.
Transcurrió cerca de 45 minutos de trayecto. “Hubieran
sido 25min si estos putos semáforos estuvieran sincronizados y sin el accidente
del camionetero y motorista a medio camino. Pero en fin, ya llegamos.” – dijo Carlos.
Bajaron del carro, apreciaron la casa; la cual
no estaba descuidada. Verificaron el número de casa y la ubicación en el “güeis”
y se dirigieron a tocar el timbre. Justo
en ese momento abrieron la puerta de la casa y salió una joven como de 20 años
a recibirlos: “buenos días; escuché la llegada del carro y vine a ver quién
era.” Carlos saludó y con mucha
educación preguntó si podría platicar con alguno de los padres; mientras le
explicaba que era de una revista y quería hacer un reportaje de la casa.
La joven le pidió que esperara y entró a llamar
a uno de ellos seguramente.
En cuestión de segundos aparece un señor, se
queda parado en la puerta y desconfiado, pregunta respecto a qué necesitan.
Edwin, más directo y ante la presencia seria
del señor, le responde que son reporteros y que han recibido información que en
esa casa asustan. Y que le piden permiso para poder ingresar.
El señor les pidió sus credenciales e
identificación. Y claro, luego de ver
que Carlos no le desprendía la vista a su joven y bella hija. Era para menos,
la desconfianza era mayor.
“Pasen por favor, y se comportan allá adentro
porque seguro platicaremos de muchas cosas”. Les invitó el señor.
Entraron y la sala les daba la bienvenida, un
sofá para tres personas y dos butacas, una mesa de madera y las respectivas
fotografías familiares en un mueble que soportaba un televisor y un equipo de
sonido.
Se acomodaron en el sofá y apareció la señora
de la casa, más amable que el señor y la hija los dejó y se retiró al comedor,
que se encontraba justo a la par de la sala.
Se presentaron y explicaron a lo que iban y quería
saber de ellos que eran los habitantes de turno que les explicaran.
La pareja de esposos se miró entre ellos, se
quedaron serios y les empezaron a comentar en voz baja que en efecto ahí les
espantaban principalmente en la tarde y noche cuando es escuchaban pasos
pequeños y la voz de un niño. Ellos creían que era un niño que había fallecido
en un accidente con toda su familia. Les invitó a que se quedaran, les
invitaron a almorzar; incluso les ofrecieron que si se querían quedar a pasar
la noche lo hicieran.
Pasaba el tiempo y nada extraño. Miraron
programas de televisión con el señor y la hija; jugaron juegos de mesa; la
señora les llevaba galletas y bebidas. Todo para pasar el tiempo esperando algún
evento anormal que no se dio.
Ya tenían cerca de 8 horas de estar en casa de
la familia y mejor decidieron retirarse. Una llamada al teléfono móvil de Carlos
los detuvo, lo mira y le dice a Edwin: -“Puta,
el jefe vos… va a pensar que andamos de peluche”
“Aló Jefe, buena tarde.” “Sí, por acá estamos,
pero ninguna novedad; ya vamos a salir y mañana le contamos.”
En ese preciso momento, la señora de la casa
empieza a gritar que escucha la voz del niño, la jovencita salió corriendo del
comedor hacia la sala; asustada. El señor mantenía la calma.
Carlos cortó la llamada, miró a Edwin y le dijo
en silencio: “Yo no escucho ni mierda”.
La familia estaba inquieta. Carlos y Edwin les preguntaban
de dónde provenía la voz del niño. Les respondían que ahí en la sala y el
comedor pero que ya no se escuchaba.
Decidieron retirarse de la casa, agradecieron
la hospitalidad y de regreso para preparar el material.
Al llegar a la oficina, entraron y ahí estaba
el jefe esperándolos; fumando un cigarrillo y una sonrisa ligeramente malévola
en los labios. “¿Cómo les fue?”- preguntó. Carlos y Edwin, extrañados y ahí sí
algo temerosos le contaron que estuvieron con la familia de turno que pasaba
por la casa y que hubo un momento en que ellos escucharon la voz del niño.
“Mmmmm…. “ -expresó el jefe y continuó: “Vean
esta fotografía y me dicen que ven.” Se la entregó a Carlos.
“¿Usted ya los conocía verdad? De plano les
dijo que íbamos a llegar y prepararon todo el montaje para hacernos creer que
estaba embrujada la casa. Se la echó buena jefe” – le dijo Carlos sonriendo.
Luego el jefe se pone serio y pregunta: “Y….. ¿vieron
al niño de la fotografía?”
Edwin responde: “No jefe”.
El jefe de nuevo: “mmmmm….. a la jovencita como
de 20 años la vieron?”
Carlos: “Sí jefe, muy bonita y su voz me dejó
impresionado; si yo tuviera su edad créame que ……”
“¡Cállese Carlos!”- le increpa el jefe y
continúa “Pues el niño de esta fotografía soy yo; ella es mi hermana mayor,
debería tener 55 años; ella y mis padres fallecieron en un accidente de carro,
donde solo yo sobreviví. Ellos están enterrados en el jardín de la casa y todos
los que llegan a habitar ahí escuchan ruidos siempre que yo llego o llamo por
teléfono. Si vamos mañana a la casa, verán que ya no encontrarán a nadie
viviendo en ella. Pueden retirarse a descansar.
Carlos y Edwin salieron incrédulos ante su
experiencia inexplicable en la casa de infancia del jefe.
Que buen cuento Roger, gracias por deleitarnos con ésas historias.
ResponderEliminarMuchas gracias por el tiempo tomado en leer estas líneas. Me agrada que le haya gustado. Siempre agradecido. Saludos
EliminarMe encantan esas historias con final inesperado... gracias por permitirme disfrutarla...
ResponderEliminar