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viernes, 2 de julio de 2021

LA CASA Y EL NIÑO

Edwin y Carlos ya no sabían cómo agradar a su nuevo jefe de la redacción de la revista de investigaciones insólitas. Y peor aún en esa mañana les asignó el ir a realizar un reporte a una casa en donde dicen que espantan a los que la llegan a habitar. Ellos ya habían realizado reportes en hospitales, hoteles y hasta cementerios y no habían visto nada de nada. Ahora ir a una casa, pues otra experiencia más en donde seguramente no iban a encontrar nada.

Prepararon sus cosas y salieron de la oficina, no sin antes llegar a la oficina del jefe para reportarse que iban a realizar la investigación que les había asignado. El jefe con una sonrisa fingida les deseó buena suerte y magnífica experiencia.

Salieron de las instalaciones y no podían dejar de su protocolo previo al inicio de cada reportaje; pasar comiendo un pan con chile relleno y una taza de café a la caseta de doña Lupita (DL). Y aprovechar a echarse la plática respectiva mientras consumían los alimentos.  “¿Y hoy a que espanto van a tratar de encontrar?”- pregunta DL mientras les preparaba el pan francés, al cual le ponía una hoja de lechuga fresca, le colocaba encima el chile relleno, y luego le dejaba caer una cucharada de salsa natural, mayonesa y salsa picante; para finalizar la tarea tapándolo con la otra rebanada de pan y envolverlo en una servilleta para entregarlo al comensal.

“Pues, vamos a una casa que nos mandó el nuevo jefe. Dice que espantan, pero vamos a ver que tal.” – Respondió Carlos

DL:  -“Y ¿Dónde queda esa casa pues.”

Carlos: -“Allá por la calle de los árboles saliendo de la ciudad para occidente”.

DL: - “¿mmmm, es en dónde dicen que las familias que llegan a vivir no duran el mes de estar ahí y se van?”

Edwin: -“Pues a saber usted, mi jefe dice que espantan. Pero ya ni creo en esas cosas, recuerde que le hemos contado que hasta hemos ido a dormir a los cementerios y solo nos han aparecido resfríos y gripes por estar ahí zampados hasta que amanezca.”

DL: -“Vayan pues y siempre atentos y con cuidado.”

Terminaron de comer, se despidieron y salieron rumbo a la casa referida.



Transcurrió cerca de 45 minutos de trayecto. “Hubieran sido 25min si estos putos semáforos estuvieran sincronizados y sin el accidente del camionetero y motorista a medio camino. Pero en fin, ya llegamos.” – dijo Carlos.

Bajaron del carro, apreciaron la casa; la cual no estaba descuidada. Verificaron el número de casa y la ubicación en el “güeis” y se dirigieron a tocar el timbre.  Justo en ese momento abrieron la puerta de la casa y salió una joven como de 20 años a recibirlos: “buenos días; escuché la llegada del carro y vine a ver quién era.”  Carlos saludó y con mucha educación preguntó si podría platicar con alguno de los padres; mientras le explicaba que era de una revista y quería hacer un reportaje de la casa.


La joven le pidió que esperara y entró a llamar a uno de ellos seguramente.

En cuestión de segundos aparece un señor, se queda parado en la puerta y desconfiado, pregunta respecto a qué necesitan.

Edwin, más directo y ante la presencia seria del señor, le responde que son reporteros y que han recibido información que en esa casa asustan. Y que le piden permiso para poder ingresar.

El señor les pidió sus credenciales e identificación.  Y claro, luego de ver que Carlos no le desprendía la vista a su joven y bella hija. Era para menos, la desconfianza era mayor.

“Pasen por favor, y se comportan allá adentro porque seguro platicaremos de muchas cosas”. Les invitó el señor.

Entraron y la sala les daba la bienvenida, un sofá para tres personas y dos butacas, una mesa de madera y las respectivas fotografías familiares en un mueble que soportaba un televisor y un equipo de sonido.

Se acomodaron en el sofá y apareció la señora de la casa, más amable que el señor y la hija los dejó y se retiró al comedor, que se encontraba justo a la par de la sala.

Se presentaron y explicaron a lo que iban y quería saber de ellos que eran los habitantes de turno que les explicaran.

La pareja de esposos se miró entre ellos, se quedaron serios y les empezaron a comentar en voz baja que en efecto ahí les espantaban principalmente en la tarde y noche cuando es escuchaban pasos pequeños y la voz de un niño. Ellos creían que era un niño que había fallecido en un accidente con toda su familia. Les invitó a que se quedaran, les invitaron a almorzar; incluso les ofrecieron que si se querían quedar a pasar la noche lo hicieran.

Pasaba el tiempo y nada extraño. Miraron programas de televisión con el señor y la hija; jugaron juegos de mesa; la señora les llevaba galletas y bebidas. Todo para pasar el tiempo esperando algún evento anormal que no se dio.

Ya tenían cerca de 8 horas de estar en casa de la familia y mejor decidieron retirarse. Una llamada al teléfono móvil de Carlos los detuvo, lo mira y le dice a Edwin:  -“Puta, el jefe vos… va a pensar que andamos de peluche”

“Aló Jefe, buena tarde.” “Sí, por acá estamos, pero ninguna novedad; ya vamos a salir y mañana le contamos.”

En ese preciso momento, la señora de la casa empieza a gritar que escucha la voz del niño, la jovencita salió corriendo del comedor hacia la sala; asustada. El señor mantenía la calma.

 

Carlos cortó la llamada, miró a Edwin y le dijo en silencio: “Yo no escucho ni mierda”.

La familia estaba inquieta. Carlos y Edwin les preguntaban de dónde provenía la voz del niño. Les respondían que ahí en la sala y el comedor pero que ya no se escuchaba.

Decidieron retirarse de la casa, agradecieron la hospitalidad y de regreso para preparar el material.

Al llegar a la oficina, entraron y ahí estaba el jefe esperándolos; fumando un cigarrillo y una sonrisa ligeramente malévola en los labios. “¿Cómo les fue?”- preguntó. Carlos y Edwin, extrañados y ahí sí algo temerosos le contaron que estuvieron con la familia de turno que pasaba por la casa y que hubo un momento en que ellos escucharon la voz del niño.

“Mmmmm…. “ -expresó el jefe y continuó: “Vean esta fotografía y me dicen que ven.” Se la entregó a Carlos.

“¿Usted ya los conocía verdad? De plano les dijo que íbamos a llegar y prepararon todo el montaje para hacernos creer que estaba embrujada la casa. Se la echó buena jefe” – le dijo Carlos sonriendo.

Luego el jefe se pone serio y pregunta: “Y….. ¿vieron al niño de la fotografía?”

Edwin responde: “No jefe”.

El jefe de nuevo: “mmmmm….. a la jovencita como de 20 años la vieron?”

Carlos: “Sí jefe, muy bonita y su voz me dejó impresionado; si yo tuviera su edad créame que ……”

“¡Cállese Carlos!”- le increpa el jefe y continúa “Pues el niño de esta fotografía soy yo; ella es mi hermana mayor, debería tener 55 años; ella y mis padres fallecieron en un accidente de carro, donde solo yo sobreviví. Ellos están enterrados en el jardín de la casa y todos los que llegan a habitar ahí escuchan ruidos siempre que yo llego o llamo por teléfono. Si vamos mañana a la casa, verán que ya no encontrarán a nadie viviendo en ella. Pueden retirarse a descansar.



Carlos y Edwin salieron incrédulos ante su experiencia inexplicable en la casa de infancia del jefe.

3 comentarios:

  1. Que buen cuento Roger, gracias por deleitarnos con ésas historias.

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    1. Muchas gracias por el tiempo tomado en leer estas líneas. Me agrada que le haya gustado. Siempre agradecido. Saludos

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  2. Me encantan esas historias con final inesperado... gracias por permitirme disfrutarla...

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