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lunes, 7 de noviembre de 2022

LAS FLORES

 

Ya no había necesidad de ir específicamente al mercado de flores, que si bien era económico comprar los arreglos florales; en la avenida, llegaban otros comerciantes de flores para llevar opciones variadas a los interesados en adquirir una ofrenda floral para el ser querido que yace en la última morada terrenal, el cementerio.

En el día de los muertos, es una mezcla de sentimientos; porque los cementerios se llenan de colorido y de visitantes; pero también el recuerdo de los seres queridos que ya se fueron a otro plano, perfora un vacío en los recuerdos y en el corazón.

Saúl, precipitado, aprovechó las rebajas de los vendedores. Ya se acercaba la hora del cierre, y tenían que vender al costo la mercancía floral para no tener pérdidas. Agarró las dos coronas con claveles blancos y rosas rojas, otra de margaritas amarillas y crisantemos. “Son cien por los dos!!” le dijo el niño. Saúl solamente sacó el billete de cien y se lo dio al niño.  “¡Igual, allá en el mercado me pedían ciento cincuenta por cada uno!” pensó.

Logró ingresar a la necrópolis y el guardián le indicó que en media hora cerraban, así que tenía que apresurarse; ya que el nicho en donde estaba su hermano y sobrino estaba casi llegando al final del recinto, cerca de la bomba de agua y la orilla del barranco.

Un barranco en donde, lamentablemente, iban a tirar a aquellos cofres que incumplían con el pago anual del espacio o “nicho”, le esperaban un par de meses y si nadie se hacía cargo, pues realizaban la exhumación y directo al barranco. Pero, en fin, así las “normas” y “políticas”.

Pasaba frente a la casa que tenía rótulo de “Guardianía” y lo alertaron unos ladridos, de unos perros estilo pitbull, no eran de esa raza, pero algún cruce tenía, pero se parecían a ellos. Estaban amarrados y dentro de una jaula. Una señora salió para tirarles un poco de comida, se sonrió con Saúl. Él solo le dio las buenas tardes y continuó con su paso acelerado hacia su destino, la última morada de su hermano y su sobrino.

Llegó, apreció el escenario, ese barranco sobrevolado por aves de rapiña; las últimas personas abandonando el lugar; gente vestida de negro que se despedía de un sepelio. Todos buscando la salida, pero Saúl llegando.

Satisfecho por haber llegado, acarició las lápidas, les dedicó unas palabras, sus ojos se llenaron de lágrimas, dejó las coronas y se dispuso a salir. Unos niños aún correteaban por el lugar, pero un par de adultos los fueron a traer y llamarles la atención, ya que no era lugar ni la hora para andar deambulando.

Saúl se fue detrás de ellos para no salir solo del recinto; iba acercándose a ellos y unos ladridos lo desconcentraron; nuevamente pasando justo a la casa del guardián. Nuevamente la señora salió y se le quedó viendo a Saúl y le pidió disculpas; y le alertó que se apresurara a salir porque ya iban a cerrar y ella, por instrucción de su esposo, el guardián;  tenía que soltar a los perros justo a las seis de la tarde para que rondaran el cementerio y evitar que malas personas ingresaran a profanar el recinto.

Volteó y observó que la familia con la que iba a salir, ya se había adelantado y bordeaba la esquina para enfilar a la salida. Saúl se despidió y empezó a correr hacia la salida; la noche empezaba a realizar su acto de presencia.

En la esquina, se encontró al guardián. De manera sospechosa le preguntó del por qué la prisa; Saúl miró su reloj y le dijo que pronto iban a cerrar y que no se quería quedar dentro de las instalaciones.

El guardia soltó la carcajada y le dijo que de eso no había problema, porque cinco minutos antes avisaban por una bocina para que la gente se retirara. “Ajá” le dijo Saúl. “Pero cuando su esposa suelte a los chuchos esos, seguro me muerden las canillas si me miran caminando por ahí a las seis de la tarde.”- continuó.

El guardia volvió a reír.

“Venga, vamos a ver a esos chuchos”. Le invitó el guardia a caminar.

Lo llevó a la casa de guardianía y le dijo: “Acá no hay perros y ni esposa; lo asustaron mi amigo; hace varios años entraron unos delincuentes por el lado del barranco para robar, nos opusimos, pero no tuvimos éxito.”

“Cómo que no tuvimos?” Preguntó Saúl.  Volteó a ver y la casa ya no era casa; era un Mausoleo gris y oscuro. A su alrededor ya no había nadie. Empezó a correr y sentía que llevaba piedras en las bolsas de su pantalón, no avanzaba. Alcanzó a escuchar un “déjenlo”.  Y todo fue oscuridad y silencio.

Saúl despertó, confundido; era de día; algunas personas se le quedaban mirando extrañados.

Él se incorporó y para su sorpresa estaba frente a la tumba de su hermano, con la corona de flores en el cuello. Salió corriendo del cementerio aún con aquel “déjenlo” que lo identificó con la voz del hermano fallecido. No le contó a nadie y no volvió a regresar al cementerio.

miércoles, 27 de julio de 2022

LAS EVIDENCIAS

 

El cuchillo manchado de sangre yacía en sobre la alfombra. Miradas buscando culpables alrededor. Salvo por Laura, que lloraba sobre el cuerpo inerte de Juan.

El edificio de apartamentos, en lugar tranquilo; el administrador del inmueble tratando de entender. El vecino de a la par miraba para todos lados, el investigador tomaba nota con su mirada fija en su libreta, los agentes de la policía con sus lámparas buscando recabar evidencias.

Laura se le tiró al investigador, tomándolo por la solapa de su gabardina, pidiéndole justicia e investigar. El vecino con su mirada fija, no le bajaba la mirada el investigador. El administrador alegaba porque ahora ¿Quién le iba a pagar la renta de los dos meses que le debían?

Saúl se retiró de la escena. Como buen investigador ya llevaba toda la información que necesitaba. Miró a Laura con ternura y colocando la mano sobre su hombro le dijo que todo se iba a resolver.

Volteó a ver al vecino, quien le continuaba mirando a los ojos con nerviosismo. Se le acercó y le preguntó si le sucedía algo, a lo cual el vecino le respondió con la negativa, volteándose y caminando hacia su apartamento, ingresando y cerrando la puerta de un solo golpe.

Saúl disponía a retirarse cuando escuchó el abrir de una puerta, era el vecino; quien le dijo que podía conseguir el video del asesinato, ya que el tenía cámaras escondidas en el pasillo y que seguramente grabaron al asesino. Pero que el video lo podía descargar al día siguiente, ya que las imágenes se grababan en el servidor que se ubicaba en su empresa.

Saúl sorprendido, le persuadió que, por ser un crimen, fueran en ese momento. El vecino hizo un par de llamadas y salió rumbo a su oficina.

Saúl le dijo que llegaba en un par de horas en lo que iba a revisar evidencias a la comisaría. Regresó la mirada a Laura y le pidió tranquilidad, prometiéndole que todo iba a estar bien.

Llegó a la comisaría y a los investigadores que le acompañaban les pidió que llevaran las evidencias que habían encontrado. Se encerró en su oficina y en unos minutos salió con su maletín y se dirigió hacia el trabajo del vecino, que era experto en informática. Él ya lo estaba recibiendo con un café y unas donas, Saúl le agradeció.

Y sin tanto preámbulo le preguntó si ya había visto las cintas, y el vecino le dijo que sí; pero que no podía reconocer al único individuo que aparece en las tomas, ya que iba todo de negro, con un sombrero, lentes oscuros y por las restricciones de la pandemia también iba con mascarilla. Así que no lo pudieron reconocer.

Saúl con su ojo experto, observó un detalle que el vecino no vio. Se puso nervioso. Le preguntó desde cuándo tenía las cámaras colocadas. Y el vecino le comentó que desde hace unas cuatro semanas. En lo que estaban platicando de la instalación, el vecino detuvo la reproducción y con realización le dijo a Saúl: <mire… mire eso… ahí tiene la primera pista.>

Saúl se había percatado, solo que no había dicho nada. En ese momento le pidió una copia de la grabación y le pidió borrarla de sus sistemas para no entorpecer la investigación. Esperó a que la labor fuera realizada y le pidió al vecino que se regresara a su casa, agradeciéndole su buen trabajo y el café de esa noche fría y lluviosa.

Ambos se retiraron, el vecino estaba a unas calles de llegar, cruzó por una calle silencia y un tipo se le hizo el alto.

<Ahora qué…?>- alcanzó a decir el vecino y solo sintió un frío ligero que recorría su cuello que luego se convirtió en líquido viscoso caliente que recorría su cuello y caía sobre su ropa; se tomo su cuello con las manos y ya no pudo detener el sangrado. Le habían cortado el cuello.

Saúl, se dirigió a los apartamentos, pasó validando la escena del crimen. Ya el cuerpo había sido retirado, Laura aún sentada en las gradas de entrada del edificio; lloraba. Él se sentó a la par de ella, la trató de consolar. Luego se paró y se dirigió a la habitación del vecino, quien no había llegado.

Saúl más tranquilo, metió su mano en el bolsillo, extrajo una llave y abrió la habitación. Inició su búsqueda y encontró lo que buscaba. El servidor que trasladaba la información de las cámaras hacia la oficina, lo tomó y lo metió en su maletín.

Con ello se aseguraba que nadie pudiera tener acceso al video en donde aparecía claramente la pulsera de oro que el vecino y él vieron en el video del posible asesino de Juan. Era la pulsera que Laura le había regalado a Saúl cuando eran prometidos, la pulsera que Saúl aún utilizaba. Ya que aún amaba a Laura y ahora tenía el camino libre para tratar de estar con ella.

Para Saúl, las evidencias ya habían sido borradas.

lunes, 4 de julio de 2022

REGRESANDO DE CORRER

 

Salieron a correr por toda la calzada Roosevelt, de occidente al centro, saliendo de por ahí de un lugar de carnitas en la Colonia Toledo. <Solo es de terminar el recorrido y no nos caería mal una buena libra de carnitas y chicharrones> -le decía Jorge a Hugo.

Pasaban ahí frente al mercado “El Guarda”, antes de llegar al Trébol. <Ojalá no nos vaya a “poner” (asaltar) ¡!> -Hugo bromeaba.

Pasaron con cuidado frente a la escuela tipo federación, ya que los motoristas y camioneteros no le amagaban para pasar pegados a la acera y llevarse lo que encontraran a su paso. Dispusieron no llegar hasta las instalaciones de Seguridad Social de Pamplona, porque muy silencio. Así que nada más llegaron a la pasarela peatonal, la subieron y por ahí retornaron para seguir corriendo por la avenida Bolivar.

Iban tranquilos, hasta que pasaron frente a la mueblería en donde aquella pareja le hizo al “chimisquiz” para protestar contra el gobierno. Se rieron de esa ocurrencia.

Llegaron hasta el mero mercado del Amate. Le dicen así, ya que según cuentan; antes estaba un gran árbol de amate, lugar o punto de reunión de transportes donde adicional a los viajeros, era un punto de comercio.

Por ahí aceleraron el paso porque ya estaba cayendo la cálida luz del sol, y en lo que iban bajando la calle, dispusieron dejar el menú de carnitas para otro día. Se iba asomando la fachada lúgubre e icónica del Cementerio General.

<Bueno mi estimado, acá nos separaremos de nuevo. Y regresaremos allá por las carnitas en otra oportunidad, lugar donde nos atropellaron hace u par de años y tuvimos que despedirnos de este mundo; mientras tanto ahorita a regresar a nuestros nichos para tratar de descansar en paz otro año más>.

LA TINA

Luego de relajarse en su baño nocturno en agua tibia y con jabón de espuma, Estela apagaba el grifo de la tina y dejaba escapar el agua por la tubería. Afuera en la habitación, escuchaba a sus dos hijos que le preguntaban al papá para saber en qué momento ellos entrarían también a jugar en la tina; el papá les decía que esperaran mientras el terminaba de hacer una llamada al teléfono. Estela se apresuró y salió del baño a la habitación. Los hijos miraban al papá mientras terminaba la llamada, insistiéndole que los fuera a dejar a la tina.

El papá terminó la llamada con un: <Sí padre, así lo haremos.>

Estela los miraba desde la puerta del baño.

Y los niños miraban hacia adentro del baño e insistían: <Apúrate papi, ya se terminaron los ruidos que hacen los fantasmas cada lunes en la noche.>

El papá con los ojos llenos de lágrimas, recordando el consejo del padre de elevar una oración por Estela que ese día cumplía 40 días de fallecida.


miércoles, 15 de junio de 2022

FIN DE SEMANA EN LA PLAYA



Viajar a las playas del país, un calvario en el trayecto (carreteras no tan en óptimas condiciones, trafico, transporte pesado y camioneteros trastornados que la mayoría de veces van atentando contra la vida de sus pasajeros y de los vehículos que circulan cerca de ellos); pero se siente una paz y cuando ya se llega al destino y entrar en contacto con la naturaleza; sol, arena y el majestuoso océano; queriendo la persona querer pasar toda su vida en esa tranquilidad, pero luego se recuerda uno que para darse esos gustos hay que trabajar y entonces ahí se le pasan esos deseos a uno.

Y así estaba Denis, tirado en la playa, mirando el atardecer, con una su cerveza en la mano y otras cinco en una hielera para mantenerlas frías. Pero muy bonito el sol reflejado en el océano, rodeado de unas nubes naranjas que hacían un espectáculo para realizar una sesión de fotografías; pero unos visitantes inesperados empezaron a quitarle la paz. “Zancudos pizados…!!” -Exclamó el joven. Se puso de pie, tomó su hielera con una mano y en la otra con su cerveza recién abierta y dispuso a retirarse.

Ingresó al complejo de casas en donde había encontrado una buena propuesta en esas páginas electrónicas del “er-bi-an-bi” y tenía que pasar una garita (en donde ya lo conocían los de seguridad); avanzar sobre la calzada, pasar un pequeño puente y luego llegar a las casas.

Y así Denis, ya iba caminando y destapando otra su cervecita para el trayecto; y justo pasando el pequeño puente, en el riachuelo que pasaba por debajo pudo apreciar a una niña jugando en la orilla. “Habiendo piscina en cada casa y los tatas la tienen jugando en el río, que peligroso.”

Al llegar a la casita arrendada, salió al jardín para recostarse en la hamaca y descansar. Coincidentemente; el terreno de esa casa daba al río que acababa de pasar. Y estando en la hamaca, el chapoteo del agua y las risas de la niña. Denis se puso de pie y se dirigió hasta el final del jardín y ahí estaba un pequeño acceso para bajar al río y ahí la vio de nuevo. La niña, sin traje de baño, pero con un brillante vestido blanco correteaba por la orilla, disfrutando de su juego. Denis le preguntó por sus padres. Pero una voz le interrumpió a sus espaldas; “Señor, ¿Está usted bien?”.

Denis le explicó que había arrendado la casa por el fin de semana, pero que la niña le había llamado la atención ya que estaba sola y los padres irresponsables no aparecían. El señor se presentó como un vecino, y le empezó a contar que hace muchos años, una familia que vivía en una de esas casas había salido a jugar al río y precisamente ese día hubo una crecida que se llevó al padre y a la hija, desapareciendo en la correntada. Dicen esa niña era un fantasma, que tenía aún ganas de vivir y por eso aparecía en el lugar donde había fallecido. Y que ahora se aparecía para ganarse a alguien para que pudiera seguir jugando con ella en lugar de su papá.

Denis, incrédulo; miraba al señor, que le hacía gesto como quien dice: “si quiere créame, si no pues es asunto suyo.” Se despidieron y el señor le encargó ya no hacerle caso a la niña si la volvía a ver, porque se lo iba a ganar.

Denis se fue a dormir. Y en la madrugada las risas eran dentro de la casa, se escuchaba el correteo en el corredor principal, pero no había nadie.

Denis decidió ir a buscar a los señores de la vigilancia. Al salir de la casa, encontró al señor que le había hablado a medio día. Denis le contó los últimos acontecimientos. El señor le pidió que se tranquilizara, pero Denis insistió en llevarlo a buscar a los agentes de la seguridad del residencial.

Se fueron corriendo los dos hacia la garita principal. Denis le explicó todo a los agentes. Los agentes decidieron acompañarle hasta la casa en donde se hospedaba.

Ingresaron y le mostraron una fotografía de la niña que uno de los agentes tenía en su teléfono móvil. Denis asintió que la reconocía, que era ella.

Los guardias le contaron lo de la tragedia familiar; y le volvieron a enseñar otra fotografía con su padre, con quien desaparecieron el mismo día. Y era él, la otra persona que había estado conversando con él cuando vio a la niña por primera vez.

Los guardias le explicaron que ambos habían fallecido y que no era primera vez que alguien los miraba, principalmente a los que se quedaban en esa casa; ya que ellos habían sido los dueños originales de esa propiedad.

LOS APARTAMENTOS

 

LOS APARTAMENTOS

La pareja tenía que sellar su compromiso con la compra de un terreno o un apartamento. Casas ya no había disponibles y las pocas que se encontraban, estaban para pagar un alquiler muy alto. Era mejor comprar un terreno y construir o bien comprar un apartamento en un edificio, con aquello de los frecuentes temblores y que la estructura cumpliera con las normas de construcción. Luego de varias visitas a conocer los proyectos, se habían tomado días en revisarlas y tomar la decisión. La propuesta que les interesaba era con una asesora independiente, que se dedicaba a conseguir lugares apropiados para morar.

Doña Nuria al fin recibió la llamada para concertar la cita por la tarde y cerrar el trato. Ella feliz, claro; la comisión muy buena y la pareja de Liza y JuanCa le había caído de maravilla. Cerrarían buen negocio.

Quedaron de reunirse en uno de los apartamentos. Liza ya había llegado, radiante y feliz. Sus ojos color miel brillaban ante los rayos de sol que adornaban el atardecer, sonreía y disfrutaba del momento. Doña Nuria, ansiosa y mirando el reloj para al fin cerrar el negocio. JuanCa que llego con ligera demora, se disculpó con doña Nuria; ella quedó más tranquila y le invitó a JuanCa a sentarse. Lo miraba algo raro; la mirada perdida, con ojeras bien marcadas y una sonrisa que ni por más que la hiciera forzada no le salía. Liza le sonreía y le acariciaba el cabello con la mano derecha y ella se recostaba sobre su hombro.

Doña Nuria, apreciaba el escenario y le ofreció un vaso con agua. JuanCa asintió.

Doña Nuria, mientras sacaba los papeles, empezaba a recordar la última reunión en que durante un momento no paraban de reír por una anécdota que Liza recordaba y que se burlaba de JuanCa, quien se ruborizó de la broma.

JuanCa la escuchaba, con esa mirada de desconexión con al realidad, ojos vidriosos y ojeras que parecía que no había dormido en noches. Liza sonriente y sin decir palabras, seguía acariciando su cabello con su mano izquierda sobre su hombreo.

Doña Nuria, terminó la conversación destacando la alegría, mirada y risa de Lisa. Y JuanCa le pidió que le enseñara los papeles de los terrenos que ella también le había presentado; que eran los terrenos en el cementerio. Que, en efecto, Liza no le pudo acompañar a la cita, porque había fallecido la noche anterior y quería darle una sepultura digna, ya que ella se había ido para no volver.

Liza sonrió y se fue desvaneciendo su espíritu cuando los rayos del sol terminaron de ocultarse en esa tarde del adiós para siempre.